viernes, 20 de enero de 2017

SITUACIONES TRAUMÁTICAS

En ocasiones, se dan situaciones traumáticas repentinas que afectan directamente al alumnado de nuestros centros. Conviene estar medianamente preparados para afrontar dichas circunstancias, ya que el profesorado es uno de los principales referentes adultos con los que cuentan los niños y adolescentes.

Por ejemplo, ante la muerte de un familiar cercano o un amigo del niño, podemos extraer las siguientes orientaciones de las webs Vivir la pérdida, Faros o Consumer Eroski:
  1. Dar la noticia lo antes posible. Retrasar el momento de que el pequeño conozca la pérdida de un ser querido, así como fingir que no ha pasado nada, no protege a los niños del dolor. La noticia debe dársela una persona cercana en la que el pequeño confíe.
  2. Contar la verdad y responder a sus preguntas. El fallecimiento del ser querido se abordará en función de la capacidad emocional y cognitiva del niño, pero se debe explicar en términos reales. Aunque es importante también compartir con el pequeño las creencias religiosas o espirituales, es preciso darles también una explicación física de la muerte para no confundirlos.
  3. Mantener su entorno. Los niños necesitan sentir que su mundo es aún seguro y predecible tras la muerte del ser querido. Deben contar con una figura estable que tome las riendas de su vida y mantenga el ritmo y la rutina anterior al fallecimiento.
  4. Darles mucho afecto. Ante la pérdida de una persona muy cercana, los niños necesitarán que las figuras de apego estén presentes y les proporcionen mucho cariño adicional. El pequeño precisa sentir que no deja de ser atendido y querido.
  5. Dejar que se expresen. Hay que animar al pequeño a expresar sus sentimientos y preocupaciones. Expresiones como "no llores" o "no estés triste" no son aconsejables. Asimismo, no hay que ocultarle los sentimientos de los adultos, aunque sí se debe evitar que presencien escenas de dolor desgarradoras o de pérdida de control.

Además, podemos apoyarnos en cuentos como "El pato y la muerte" de Wolf Erlbruch:


En el caso de un adolescente, lo mejor es interesarse y preguntar abiertamente y con naturalidad: ¿Estás muy triste? o ¿Le echas mucho de menos?. Es importante permitir y aceptar sus emociones, decirle que no hay nada malo en estar tristes y hablar de ello. Además, debemos ser empáticos respecto a su dolor y tristeza (por ejemplo, a mi también me da mucha pena y estoy pasándolo mal). Así, le demostramos que le queremos y que nos preocupa, lo que facilitará que hable, que exprese su dolor, que se desahogue y que se sienta acompañado.

Por otra parte, en estas u otras circunstancias delicadas, pueden sernos de utilidad los primeros auxilios psicológicos (PAP). Aunque suelen difundirse en situaciones extraordinarias como las catástrofes humanitarias, por su alto valor preventivo, todas las personas deberían conocerlos y saber aplicarlos en contextos de la vida cotidiana. 

Según Faros, de forma genérica consisten en cinco acciones, que deben realizarse siempre por este orden:

  1. Contener
  2. Calmar
  3. Informar
  4. Normalizar 
  5. Consolar
Las acciones concretas de cada uno de estos pasos se encuentran desarrolladas por grupos de edad en los siguientes artículos:
Para ser efectivos, deben aplicarse desde los momentos inmediatamente posteriores al incidente, de forma que se reduzca al máximo el riesgo de que la persona afectada sufra secuelas tras lo ocurrido.  

Entre las respuestas esperables en los niños tras vivir un incidente crítico podemos encontrar problemas de sueño, terrores nocturnos (pesadillas), cierta irritabilidad, algún pequeño retroceso en el grado de autonomía alcanzado hasta el momento y reexperimentación del suceso a través del juego. Estas respuestas son absolutamente adaptativas y suelen desparecer al cabo de unas cuatro semanas. Si se prolongaran mucho más, lo adecuado sería consultar a un psicólogo especialista en estrés agudo y/o trauma infantil.